Valencia, 9 de marzo 2010.
Ilmo. Sr. D. Salvador Enguix Morant
Diputado del Área de Cultura
Excma. Diputación de Valencia..
Estimado Diputado:
Hace unas fechas, mantuvimos una sincera y fluida conversación referente a la posibilidad de prolongar un año más mi dedicación al MuVIM, como director del mismo. La verdad es que la experiencia de estos seis años, dirigiendo dicho centro, ha sido un periodo fértil, de intensa labor en equipo. Confieso que ha sido inmejorable, tanto por los resultados obtenidos a nivel museográfico como por la perfecta integración funcional, lograda con las personas que han trabajado a mi lado, con total entrega y familiar entusiasmo. Será difícil poder olvidar este sexenio de mi vida.
Cuando tomé posesión de dicho cargo, en el año 2004, no sin condiciones por mi parte, solicité al entonces Diputado de Cultura, don Vicente Ferrer, tres cosas muy concretas: Interés institucional por nuestros proyectos, respaldo económico y político a los mismos y confianza en nuestras gestiones. La contrapartida, por su parte, consistía en exigir mi plena responsabilidad y la máxima dedicación al museo. Tales fueron las claves del pacto entre caballeros, que posibilitaron el despegue impactante y diferente del MuVIM. Incluso volví a recordar hace unos meses dichas condiciones y pactos, en público, ante tu presencia, en el solemne acto de entrega de la Medalla de la Facultad de Bellas Artes, por parte del Rector de la Universidad Politécnica de Valencia, al MuVIM, “por su labor sociocultural y por su fuerte emergencia en el panorama museístico valenciano”. Fue un acto emotivo, del que recuerdo bien tus palabras de reconocimiento y confianza plena, que tanto te agradecí y sigo haciéndolo, como puedes constatar.
Reconozco sinceramente que hemos conseguido, en ese tiempo, consolidar un proyecto atractivo para un museo que no encontraba anteriormente su rumbo definitivo. Hemos fraguado, con suma imaginación y creo que ejemplar rigor, la “fórmula MuVIM”, que me ha tocado ir explicando –como responsable directo de la misma– en centenares de foros nacionales y en entrevistas internacionales: másters, congresos, conferencias, seminarios, revistas y cursos de museología. Hemos recibido hasta siete galardones y reconocimientos de diferentes niveles y modalidades. La última condecoración, justamente hace una semana, lo ha sido del Ministerio de Educación Nacional de Francia. Todo un honor, pues, tanto para nosotros como para la Diputación.
También debo reconocer que el estrecho y eficaz enlace establecido estratégicamente entre el museo y la universidad, entre el museo y la sociedad, entre el museo y el mundo profesional (historiadores, filósofos, artistas, diseñadores, fotógrafos y vecinos de a pie) no ha pasado desapercibido para el contexto valenciano, que ha respondido a través de un público plenamente fiel y entusiasta, respaldándonos en todas y cada una de nuestras actividades. Sería ciego, por mi parte, si no me hubiera dado igualmente cuenta de las reticencias y suspicacias que, a la par, se producían en cierto entorno. Aunque también eso era de esperar.
Sin embargo, en medio de tantos reconocimientos a compartir, ni siquiera en la más complicada y retorcida de las pesadillas, hubiera podido pensar que –a fecha de hoy– iba a encontrarme redactando esta carta de dimisión de mi cargo, como director del MuVIM, tarea de la que tan orgulloso me he sentido. No obstante, siempre he creído que quizás una de las cosas más impactantes de la realidad es, precisamente, su capacidad de sorpresa.
Ciertamente, hay cosas difíciles de explicar y duras de asumir. Pero vayamos al caso concreto, que nos ocupa. Desde hace tres años, venimos colaborando, en el museo, con la Unión de Periodistas Valencianos, en el proyecto “Fragmentos de un año”. Nos llegó, dicha propuesta –conviene recordarlo hoy más que nunca, con claridad– mediante sugerencia del entonces Diputado de Cultura don Vicente Ferrer, motivada, según supimos, por el entonces Conseller de Relaciones Institucionales Y Comunicación de la Generalitat Valenciana don Esteban González Pons. Quisiera puntualizar que la idea nos fue sugerida, nunca impuesta. Y, tras dialogar, llegamos al acuerdo de ceder anualmente un espacio del MuVIM a la Unión de Periodistas para que expusieran esa visión-resumen del año transcurrido en la Comunidad Valenciana, a través de una selección de fotografías, siempre ya publicadas en los medios de comunicación, dentro del correspondiente periodo anual.
El jurado de selección ha sido siempre lógicamente aportado por la propia organización y nunca hemos intervenido nosotros en el proceso. La muestra, hay que reconocerlo, fue un éxito, año tras año, con sus luces y sombras, ironías y agudezas, ocurrencias festivas e imágenes dramáticas, sacadas –todas ellas– del calendario cotidiano, a caballo entre el reportaje inmediato y el estudiado documento visual. Así han transcurrido varias ediciones, al hilo de aquel acuerdo mutuo, con la mediación política pertinente, como ya se ha indicado. Siempre hemos pedido, a los organizadores, respeto y prudencia, como hacemos, por lo común, en este menester de servicio público que es el MuVIM, sin dar nunca la espalda a la política.
Considero, de hecho, que pretender separar el arte y la cultura de la política, como si fueran compartimentos estancos en la existencia humana, nunca es viable, ya que somos, ante todo, personas. Otra cosa es querer politizar la cultura o desear despolitizarla, como ha sucedido en esta ocasión. Nunca antes me hubiera imaginado que iba a ocurrir precisamente esto en el MuVIM, tan de improviso. Puedes creerme.
Ni siquiera llegó a establecerse –en ese momento, frente a las obras expuestas– un determinado diálogo, entre los protagonistas de tan delicada situación. Más bien, todo derivó rápidamente en una acción de fuerza verbal, que se resumiría, luego, en una orden recibida –por teléfono–. Concretamente esto sucedía media hora después de darse por finalizada la propia inauguración, cuando aún quedaban visitantes rezagados, con su copa inaugural en la mano, en el espacio interior MuVIM, y yo ya me dirigía, pasean con mi esposa, hacia casa.
Para mí fue una noche durísima –vivida en silencio, sólo con el escueto, pero fundamental apoyo familiar– la que medió entre la velada inaugural de las exposiciones en el MuVIM y la mañana del día siguiente, sabiendo ya la decisión tomada en las esferas superiores de la Diputación. Por eso, aún con cierto atisbo de esperanza, te llamé a primera hora de la mañana, desde el museo, para preguntarte, una vez más, aunque fuese de manera redundante, por el tema de las concretas fotos a retirar/censurar de la muestra. La respuesta, lo recordarás, perfectamente, fue muy clara y contundente, por tu parte. Incluso solicité, por favor, tu presencia en el museo, para ejecutar tus órdenes. Llegaste luego, hablamos y te confirmé las dificultades que iban a producirse, en el caso de ejecutarse la intervención. Pero no había vuelta a tras.
Sabía que la Unión de Periodistas Valencianos no iba a permitir esa purgación parcial, que se exigía unilateralmente a la muestra. La verdad es que yo mismo, de hallarme en su lugar, no lo aceptaría, sin más, tampoco. Por eso quise ratificar lo que sucedería, al comunicarle la orden recibida, desde la Diputación, al Presidente de la Unión de Periodistas. Efectivamente –corroboraron, de inmediato- se llevarían la muestra entera de fotografías para exponerla en otro lugar. Era lo más lógico, a todas luces, desde su óptica, y lo más adecuado incluso –reflexioné, por mi parte– para el museo. No hubiéramos podido sufrir aquellos huecos, rememorando ausencias, en el montaje de la sala, como testimonio, durante dos meses, de lo sucedido. Sin duda, ya disponen, los periodistas, de otro tema bien candente, para ser aprovechado y propuesto -en imágenes– para “Fragmentos de un año, 2010”.
Hacia el final de aquella intensa mañana, del día cinco de marzo, me pareció decisivo e inexcusable reunir a todo el personal del MuVIM, para informarles, como equipo, de lo sucedido en un puñado de pocas horas: aquéllas justamente en las que se jugaba a los dados el futuro del proyecto común del museo. No les comuniqué, ni dejé entrever –aún– esta decisión, que ahora te comunico: mi dimisión sin vuelta de hoja. Comencé, algo emotivamente, lo reconozco, recordándoles los éxitos obtenidos en este sexenio liberal, también traje a colación las dificultades convividas y sus respectivos y numerosos méritos. Les previne, además, del diluvio informativo que se nos avecinaba y que había sido tan ciegamente facilitado, desde la propia Diputación, a los medios de comunicación. Había que estar ciegos –medité–, debían carecer de prudencia y estar sobrados de fuerza ciega para querer apagar una colilla, que se había encendido sin prácticamente consecuencias aún, con un torpedo de grueso calibre. Eso sí, arropado de equívoca dignidad y siempre de desmesurado poder.
El MuVIM iba a verse asociado nacionalmente, a través de todos los medios de comunicación, con el tema de la censura. Era de lamentar profundamente, al menos por mi parte, que precisamente el Museo de la Ilustración y de la Modernidad quedase salpicado, así, sin necesidad real, en la memoria de tantos lectores y de los numerosos oyentes, que iban a seguir, sorprendidos e indignados, el proceso. Eso era y es efectivamente lo peor. No se lo merece el MuVIM, ni el proyecto, ni nosotros, ni las fotos expuestas. Era como si se hubiera buscado secretamente la ocasión y precisamente ésta hubiese sido calculada como la más idónea. Fue entonces cuando me encontré realmente mal, hablando a mis colegas del equipo y debí marcharme rápidamente a casa, con su ayuda. Ellos se quedaron reunidos y debatiendo. Les recordé que la asamblea había terminado. Salí emocionado. En el taxi, me vinieron –a la mente en blanco–, como en un eco lejano, muchas frases (procedentes también de cartas) de la exposición permanente del museo, referidas, de manera directa, a la lamentable situación social y cultural del siglo XVIII y del XIX españoles. Tenía un puño en la garganta.
Sabía que los proyectos pendientes (¡tantos proyectos ya pensados y muchos contactados y en marcha, para los próximos años 2011 y 2012, como estábamos arbitrando, a nivel nacional e internacional!) corrían posiblemente el riesgo de caer en saco roto. Si soy sincero –no deja de ser curiosa la capacidad humana de sublimar las cosas–, temía mucho más por el MuVIM que por mí. ¿Dónde puede terminar la censura y comenzar la represalia? Mi suerte ya estaba echada –lo sabía, con meridiana claridad– desde que escuché, –a tu lado, Diputado Enguix, aguantando a pie firme y observándote enmudecer– las intervenciones, en cadena, del Diputado Máximo Caturla. Era la primera vez que venía a las inauguraciones del museo. ¿Azar o cálculo?
Sobre todo fui consciente del desenlace inmediato que me afectaba de lleno, cuando me llamaste media hora después, por el móvil, para indicarme que la muestra debía revisarse y expurgarse. “Han de retirarse ciertas fotos”, fueron exactamente tus palabras y no otras, es verdad, como si por ventura las palabras –incluso las de los poetas– fueran inocentes y como si, puestas en su contexto real, activadas en situación, no se transformaran, también ellas, en políticas, místicas o afectivas, según sus registros. No puedo evitar, al escribir estas líneas, recordar el susurro de J. P. Sartre tras de mí.
Me hice cargo del MuVIM con inquietud y entusiasmo, hace justamente seis años (el 24 de febrero del 2004, concretamente en una numerosísima rueda de prensa se hacía pública mi designación, cuando nadie daba un clavo por la situación del museo). Salgo ahora, en total contraste, con orgullo y preocupación, por la misma puerta, quizás algo más desgastada. Pero todo ese puente de sensaciones encontradas, que relacionan ambas orillas, quedarán en mi memoria, junto a la dignidad de dimitir, aunque ciertamente no sea costumbre el hacerlo entre nosotros.
Lo he pensado pausadamente, en este fin de semana interminable, y lo hago a través de una carta personal y abierta, escrita sin ninguna animosidad y con suma delicadeza y reflexión, que te dirijo a ti, ya que deseo justamente que se te reconozca el papel de protagonista cultural de la Xarxa de Museus. A pesar de todo ello, de las circunstancias y de los posibles argumentos coyunturales, que puedan enhebrarse en este tejido colectivo de despropósitos encadenados, en torno a una exposición, vale la pena dejar bien sentado, de una vez por todas, que han sucedido cosas que van más allá, incluso, de mi proverbial equilibrio y mesura, logrados no sé si a golpe de filosofía cotidiana, más acá de las aulas y de la docencia de tantos años. La cultura de la razón y de la libertad, que hemos pretendido hacer escuchar a nuestros conciudadanos, cuando visitan el MuVIM, como Centro dedicado a la Ilustración, no pueden quedarse sólo dentro de nuestras paredes museísticas. También deben proyectarse fuera, hacerse historia real y vivida. El principio de autonomía personal debe ser la clave indiscutible de nuestras actitudes, de nuestros compromisos y hasta de nuestras creencias. Por eso, en cuanto el médico me ordenó reposo, me puse a redactar, sin prisa, como si se tratara de una vieja correspondencia con alguno de mis admirados ilustrados, esta carta dirigida a ti como actual Diputado de Cultura. No en vano, hemos compartido contigo, los miembros del equipo y yo mismo, en distintas circunstancias, otras preocupaciones e innegables logros, en estos años de convivencia y de respeto mutuo.
Poco a poco, han ido surgiendo las líneas, propias de un “lletraferit”, describiendo la situación, volcando mis experiencias vividas, en esta época, desde mi óptica particular, por supuesto. Por eso soy yo, como director y responsable del MuVIM, el que dimite. Primero por coherencia con esa misma responsabilidad, pero, sobre todo, por no poder/querer ser partícipe de ninguna mengua de libertad de expresión en el marco de trabajo que me ha sido encomendado. No en vano, al MuVIM le falta hoy una parte relevante de su programación actual. “Fragmentos de un año, 2009” ha debido emigrar, a la fuerza, de este espacio de convivencia y de diálogo, de respeto y de apertura, donde tantas exposiciones, congresos, jornadas y ciclos de actividades han tenido lugar, con la finalidad de enriquecer nuestros conocimientos, contrastar pareceres y tensar los amarres de nuestra ética, en miras de una mejor y más fácil convivencia.
No puedo dejar de revivir, en estos momentos coyunturalmente tensos, pero que se me hacen eternos, compungido y triste, ante el ordenador — como si se tratara, repito, de un mal sueño, que no es real o que en todo caso no debería serlo– las palabras de mi maestro, el profesor José María Valverde (ambos como sabes, hemos sido Catedráticos de Estética y Teoría de las Artes de distintas universidades, y yo aún sigo siéndolo); palabras bien conocidas por todos, pronunciadas/escritas en aquella dimisión suya, en una época bien triste y lejana de censuras y ceses.. “Nulla aesthetica sine etica”.
Implicado en la especialidad de mis estimadas disciplinas, más de una vez he propuesto, como eficaz complemento, darle la vuelta al citado “dictum”, precisamente por las distintas orientaciones que invaden nuestra época, revisando las herencias de la modernidad: “Nulla etica sine aesthetica”. Ciertamente, la aplicación de la ética a nuestras vidas, la prefiero ejercitar siempre con las debidas formas, nunca a golpes de canon o de normativas ciegas. Por eso he querido escribirte esta carta, Diputado Salvador Enguix, sin prisa, con pausa y sosiego. Incluso asumida, palabra a palabra, como si se tratara de uno de esos prólogos cuidados que encabezan las numerosas publicaciones del MuVIM, sin ira alguna (creo que precisamente tú no la mereces) y a manera de una epístola algo socrática, pero decidida e irrevocable, al máximo, en sus contenidos.
Tanto monta: “Nulla aesthetica sine ethica”, pero a su vez también a la inversa. “Nulla ethica sine aesthetica”. El saber hacer nos es cada vez más urgente e imprescindible. Si no se cree, compruébese lo ocurrido, en esta ocasión. Así pusimos en marcha el MuVIM y así me marcho, cuando menos lo pensaba ni lo pensábamos, ciertamente. Ahí está el equipo para ratificarlo. Sólo desearía que su programa –su fórmula tan específica– siguiera vigente y plenamente activa aún por muchos años.
Cuando la Unión de Periodistas Valencianos reinaugure, en otro lugar, lo antes posible, su muestra “Fragmentos de un año, 2009”, espero poder asistir, con tranquilidad e interés, al evento. Curiosamente nunca pensé que una parte muy concreta de mi destino, como director de un museo, iba a verse conectada a sus actividades fotográficas y periodísticas. En verdad, no deja de ser cierto que la fotografía ha sido y es una de las partes clave del programa del MuVIM y seguirá siéndolo, sin duda, siempre a favor de nuestro público, aún más ahora.
Te agradezco que en tus recientes declaraciones a la prensa, amigo Salvador Enguix, asumieras, tú en exclusiva, la responsabilidad de la retirada, ya histórica, de las fotos. Tú recibiste la orden y tú la transmitiste, bajo una presión ingente. Por eso, hablar de pacto censor entre nosotros, como se ha intentado hacer creer institucionalmente, por parte de la propia Diputación, para instrumentalizarme, no tiene sentido alguno y me ha ofendido en lo más profundo. Ha sido, si cabe, la gota de agua que me ha colmado.
Pero yo no puedo ser menos y asumiendo el mensaje de tu comportamiento, reconozco, por mi parte, que como director soy el responsable de las exposiciones programadas en el museo. También de ésta, que se ha convertido en desmesuradamente polémica. Por eso, entenderás, sin dificultad, que me es imposible permanecer al margen de la reciente retirada censora de la muestra. No va con mis actitudes ni con mis opiniones.
La libertad de expresión nunca se había transgredido, hasta ahora, en el MuVIM, a pesar de algunas interferencias externas (siempre contadas, bien es cierto), soportadas con aconsejable estoicismo en nuestras programaciones, como bien sabes y también has sufrido. Pero esto ha sido muy diferente.
Sólo desearía que el MuVIM y su equipo, si ellos así lo consideran, continuaran con la misma fuerza y novedad de miras, para seguir manteniéndolo como un museo diferente a los de su entorno, con indiscutible potencialidad y futuro, más allá de otras situaciones claramente en repliegue.
“Fecit quod potuit. Faciant meliora potentes”. De niño, en mis iniciales escarceos intelectuales, en mi Alcoi natal, adopté este adagio latino, como lema de mi itinerario vital. Hoy aún sigo conservándolo eficaz y creyendo firmemente en él. Residuos, quizás, de la Ilustración y de mi admiración por ella, desde la actualidad más estricta.
Te ruego, Diputado, transmitas al Presidente de la Diputación, Excmo. Sr. Alfonso Rus, el contenido de esta carta de dimisión, junto con mis saludos.
Profesor,
Román de la Calle.